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Un pintor | A PAINTER

4/7/2020

 
Orfeo, Sisifo
La Paz, 5 de julio de 1964
Orpheus, Sisyphus
La Paz, July 5, 1964
Entre los auténticos creadores, los que auscultan con una perpetua vigilia la vivencia interna y la honda trascendencia del lugar geográfico donde han nacido y habitan, podemos considerar como uno de los más responsables, de señera introversión y aciertos imponderables, a Enrique Arnal.

Lo profundamente genuino en Arnal aborda un plano alucinadamente trascendido que atrapa lo mágico en donde, podría suponerse que no existe.  Su época obsesivamente orientada, aquella que tomó como pretexto las canchas de gallos, es desde ya una primicia que pone de relieve un clima que no pertenece a las zonas apaciblemente normales. Y es posible adivinar, detrás de toda esa variedad derivativa de la lucha sangrienta y del elemento humano – el gallero – un tiempo de espera que participa inaparentemente de lo demoniaco.

El que contempla con detenimiento el proceso plástico de esa época, se da por enterado que esta plástica y su pintor están comprometidos con algo que parece visible pero que hay que aprender a hallar más allá del deslumbramiento común de sus gallos y sus esfumaciones humanas y de sus recursos técnicos. Toda técnica sirve a un principio comunicante con el universo y trata de revelar, así el autor no se lo proponga conscientemente – si es un artista -, los continentes remotos de su alma y su colectividad.
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Los últimos trabajos de Arnal han tomado el camino difícil del quehacer plástico, y es el que premoniza al verdadero pintor: la especulación tonal no está referida a los colores vivos sino a los grises, a la tonalidad con sordina, a la economía de colores cálidos y al encuentro de una penumbra que aborda inquietantes canastones arrumbados en la penumbra de una carbonería. Con un afán de dar sentido al misterio que invade a no se sabe qué inventadas estancias – estancias del país, tugurios luminosos, rincones de melancólica plasticidad – Arnal penetra el duende de la tierra; hace aflorar en sus creaciones una redención del miraje plástico; una forma de intuir la cotidianeidad, lo próximo reconocible de un plano de compleja plasmación universal.
Among the authentic creators, those who listen with a perpetual vigil to the internal experience and the deep transcendence of the geographical place where they were born and inhabit, we can consider as one of the most responsible, of outstanding introversion and imponderable successes, Enrique Arnal.

The profoundly genuine in Arnal deals with a hallucinatory transcended plane that traps the magical where, it could be assumed that it does not exist. His obsessively oriented era, the one that took cockerel fields as a pretext, is already a first that highlights a climate that does not belong to the peacefully normal areas. And it is possible to guess, behind all that variety derived from the bloody struggle and the human element - the gallero - a time of waiting that participates inapparently in the demonic.

Whoever looks carefully at the plastic process of that time, realizes that this plastic and its painter are committed to something that seems visible but that one must learn to find beyond the common dazzle of their roosters and their human and your technical resources. Every technique serves a principle that communicates with the universe and tries to reveal, even if the author does not consciously propose it - if he is an artist - to the remote continents of his soul and his collectivity.

Arnal's latest works have taken the difficult path of plastic work, and it is the one that premonizes the true painter: tonal speculation is not related to bright colors but to grays, to the muted tonality, to the economy of warm colors and to the encounter of a penumbra that approaches disturbing baskets collapsed in the penumbra of a coal shop. In an effort to make sense of the mystery that pervades what invented rooms are unknown - country rooms, luminous slums, corners of melancholic plasticity - Arnal penetrates the elf of the earth; he brings out in his creations a redemption of the plastic gaze; a way to intuit everyday life, the next recognizable part of a plane of complex universal expression.

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